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Ser claretiano es un modo concreto de ser hombre, cristiano, religioso y apóstol. Es revivir en comunidad el itinerario espiritual y la preocupación fundamental de Claret por servir y edificar la Iglesia con el ministerio de la Palabra, anunciando el Reino de Dios. Toda la vida queda así configurada por este carisma ofrecido y compartido en comunidad (cf. MCH 132).
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